Las pérdidas de carbono
de los suelos del permafrost podrían ser más rápidas de lo que se
pensaba hasta ahora como consecuencia del calentamiento global, según el CSIC.
En geología, permafrost
son esas capas de suelo, roca o tierra que permanecen por debajo del punto de
congelación del agua (0ºC) ininterrumpidamente durante como mínimo 2 años
seguidos. En el hemisferio norte ocupa un 24% de los suelos.
Se calcula que con el escenario actual hacia el 2100 el permafrost habrá desaparecido en
su mayor parte. Esta
desaparición tendrá efectos muy adversos para la ecología y la sociedad. En una noticia reciente aparecida en la página web de la ONU podemos ver las repercusiones que este deshielo ya está teniendo a nivel mundial.
Desde el Pleistoceno,
estos suelos han sido un sumidero de restos de plantas y animales y, por tanto,
almacenan una gran cantidad de carbono congelado en forma de materia orgánica. Como
consecuencia del calentamiento global y la descongelación, esta materia
orgánica, que actualmente se encuentra estabilizada gracias a las bajas
temperaturas, se expone más a la descomposición microbiana, acentuando los
efectos del cambio climático al liberar grandes cantidades de CO₂ a la atmósfera... dando lugar a un círculo
vicioso difícil de detener.
Se prevé que para 2040 los climas del norte de Europa ya no sean lo suficientemente fríos y secos para sostener el permafrost. Pero no caigamos en el pesimismo, la velocidad del deshielo podría limitarse con enérgicas políticas de mitigación del cambio climático, eso sí, tenemos que actuar rápido.
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